Diversos estudios muestran que los jugadores online presentan mayor riesgo de desarrollar problemas de juego que los presenciales, debido a la accesibilidad, privacidad y alto poder adictivo de las plataformas digitales.
El número de usuarios ha crecido de forma notable: de unos 195.000 en 2010 a más de 937.000 en 2019, lo que ha provocado un aumento alarmante de personas con conductas de juego problemáticas.
El perfil del jugador patológico también ha cambiado. Antes predominaban hombres de 30 a 40 años que jugaban para ganar o recuperar dinero; ahora son principalmente jóvenes de 15 a 35 años, muchos estudiantes o titulados, que dedican cada vez más tiempo al juego, descuidando su vida personal. En las mujeres, el inicio suele darse entre los 35 y 40 años, aunque su progresión hacia la adicción es más rápida.

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