Recuerda que el público no es tu enemigo: son personas interesadas en lo que puedes aportar. Comprender esto ayuda a reducir la ansiedad.
Analiza tu miedo y distingue entre lo irracional (temor al ridículo, a tartamudear o a ser rechazado) y lo racional (quedarse en blanco, fallos técnicos). El primero debes descartarlo; el segundo se previene con una buena preparación: tener notas, ensayar y revisar los recursos antes de comenzar.
No temas que el público note tus nervios: la mayoría de tus síntomas pasan inadvertidos o se interpretan como algo natural. Ensayar la intervención con rigor genera confianza y disminuye la ansiedad. Pensar en positivo —visualizar el éxito y la satisfacción al lograrlo— también ayuda.
Realizar ejercicio físico antes de la presentación descarga energía y relaja el cuerpo. Durante la intervención, impón tranquilidad, especialmente al inicio: una buena entrada marcará el resto. Evita medicarte o beber alcohol, ya que pueden alterar tu concentración. Recuerda que un grado leve de nerviosismo es útil: la adrenalina activa y da energía a la exposición.
Conecta con la audiencia.
Entra con calma, mira al público, ajusta tus notas y comienza despacio. Una vez empieces a hablar, los nervios se reducen por sí solos.Controla la ansiedad.
Adopta una postura cómoda: de pie con una pierna adelantada o sentado con la espalda apoyada.
Visualiza tu éxito: imagina a la audiencia interesada y receptiva.
Piensa en cosas agradables y recuerda que el público está de tu lado.
Practica ejercicios de relajación: respira profundo, mueve hombros, brazos y cuello, relaja la mandíbula y sopla el aire con fuerza.
Si sabes hacerlo, aplica relajación muscular progresiva: tensa y suelta grupos musculares.
Ensaya siempre tu discurso: la práctica constante es el mejor antídoto contra el miedo y la inseguridad.

